martes, noviembre 22, 2005




De un amor entre dos vientos
nació Melilla.
Humedades de levante.
Empujes de poniente.
Los genes de los cielos
por sus venas.
Del roce de los cuerpos,
arena enamorada.
Del beso y el sudor,
el mar y su saliva.

lunes, noviembre 21, 2005

Nostalgia

De noche todo gira
en torno al tiempo de los antes,
al sueño despertado sin piedad
y con crudeza.
Entonces fue ilusión a contratiempo,
carcajada de envite,
terso abrazo del valiente.

Ahora, cuando el té sabe a otro té,
no es cobarde esta nostalgia,
ni siquiera lo es el frío o la distancia
a las tres de la mañana.

Es esa tristeza diminuta en los ojos.

Una sonrisa herida.
Otra madrugada lejana

jueves, noviembre 10, 2005

VALLAS




La música del mundo es una lágrima
de viento malherido en los alambres.

“Qué frío hace a este lado.
Seguramente allí todo termine”

La noche y su jirón de estrella y sueños.
La vida agazapada por la hambruna.

“Podrán comer…
Tendré un trabajo…”

La lira de países de oro y plata
se oxida con la sangre del anhelo.

“No importa si me corto”

Guitarras con guadaña dan acordes
del miedo convertido en violonchelo.

“Prefiero este dolor al abandono”

El mundo canta a coro sus miserias
en los anfiteatros de alambradas.

“¡Ahora!”

Se oyen ruidos en la noche…
Gritos y disparos a la luna…
Lamentos, oración y peticiones…


La música, compuesta por el hombre.
La letra, tatuada por el hambre.

sábado, noviembre 05, 2005

CERTAMEN

Malditos los que hacéis de los engaños
carné de club de fans de la injusticia.
Maldita sea la musa sin pericia
que folla sin cobrar por dos escaños.

Maldito sea el profeta de rebaños
que hace de su nombre una franquicia.
Mentiras de papel, gloria ficticia,
Parnaso fusilado por amaños.

Maldita la razón que arguye arrugas
como único bastión de lo bien hecho
y olvida en el olvido su pasado.
Poesía contagiada de verrugas.
Futuro con tumores en el pecho.
Maldita la verdad en mal estado.

sábado, octubre 29, 2005

MITOLOGÍAS III

VII

Chafarina conoce los secretos de las caracolas.
La que lleva siempre consigo conserva el eco de la leyenda de su propio origen. Una lágrima que derramó la luna cuando los dioses no pudieron ocultarle por más tiempo que siempre viviría sola.
Una lágrima de cristal que fecundó al Mediterráneo.
La sirena ha escuchado tantas veces el susurro que se considera testigo de su nacimiento. Vio caer la lágrima y lloró por la madre. No puede separar su realidad y su fantasía.
Es hija de la tristeza, de la soledad y la lejanía. Por eso ha aprendido a cantar, por eso su voz para luchar contra el silencio.

VIII

Una de las canciones está dedicada a su madre. Canta para no olvidarla y así no olvidarse de sí misma.
En noches de luna nueva, la madre cierra los ojos y la escucha. Reconoce sus sentimientos en las palabras de la hija, y a pesar de la tristeza, se siente orgullosa.


IX

Al amanecer, Melilla tiene por costumbre bajar a ala playa. Desde la orilla ve sonrojarse el cielo ante la desnudez del sol.
En una ocasión, el mar le preguntó:
- ¿Qué es lo que te trae aquí cada mañana?
- La necesidad de respirar la vida – contestó – de convertir en parte de mí misma cada detalle, cada instante. Intento que todo lo que me rodea conserve la originalidad con la que me fue entregado. Defender su rareza, apostar por la quimera. No creas. En ocasiones es casi imposible.
- Sobrevivir...
- Sí, sobrevivir. Creo que desde que nací estoy sobreviviendo.
- Cada cual tiene su papel en este mundo, princesa.
- Qué tranquilizadora la brisa entre mis ojos – susurró extasiada - . Aire nuevo, fresco. Renueva mis pensamientos mustios.
- Melilla y esa sombra de tristeza en los ojos...
- Creo que nadie los conoce mejor que tú.
- Nadie los ha navegado tantas veces como yo.
- Es cierto – sonreía -, hasta el último rincón... Me has visto crecer. Forma parte de mí y no sé vivir sin ella. Supongo que me he acostumbrado.
- Entiendo – dijo el mar -. No somos más que sentimientos. Tal vez negando los dolorosos podríamos ser más felices, pero también distintos a lo que somos.
- Eso es. Mejor o peor, esta es mi vida. Yo sé de mi tristeza y su motivo. Negarla sería engañarme, y el engaño no es más que el consuelo para una realidad moribunda... Aún es pronto para mí. Todavía hay demasiado encanto.
- Me admira tu fortaleza, princesa, como siempre. Te agradezco que me dejes conocer tu alma. No es fácil quedarse continuamente a la orilla de las cosas.

Y se despidió de ella con un beso en los tobillos.

miércoles, octubre 26, 2005

MITOLOGÍAS II

IV

A los pies de su castillo, Melilla pasea desnuda por una cala. Allí lo espera, con la mirada perdida en el horizonte. No es una superficie muy grande, suficiente para que quepan en ella todos sus anhelos.
Ha imaginado quinientos años su llegada. Unas veces montado a lomos de gaviotas, otras en una pequeña embarcación de plata, pero por encima de todas, se queda con la que le trae a su amado caminando sobre las aguas. Se acerca, apenas protegido por unas ramas de olivo, con el cabello enamorado de la brisa. A cada paso que da, las ondas se convierten en anillos que arrastran hasta ella el olor de los deseos. Entonces cierra los ojos y ríe, se acaricia los brazos y deja caer hacia atrás la cabeza.
Piensa que el día ha llegado, que por fin podrá tocarlo. Qué desgraciada si también le arrancaran la esperanza.
Cuando los abre, el mar sigue rumoreando ausencias.
Por qué gritar. Al dolor se le olvidó la queja.
Suspira, con el pecho temblón, y a pesar de su entereza – artificial como cualquier entereza - se deja caer agotada por la ilusión insatisfecha. Juega con la arena como la vida juega con su vida, deshaciéndola en el tiempo.
“Seguro que vendrá mañana, niña”, le dice la luna para consolarle el silencio. Las dos saben que es mentira, pero qué imprescindible para seguir viviendo.



V


Las primeras contracciones del sol rasgaban el rocío de los sueños.
La humedad retiraba serenamente la boca de los rincones de la noche.
Una leve brisa para el desayuno de los insomnes victoriosos.
Cuánta belleza en lo común, qué excepcional lo cotidiano.
Qué milagro en cada hoy para los que ven la vida un poco más despacio.
Un alarido en la mañana reseca el cielo mediterráneo. Está gritando una roca. Melilla se levanta sobresaltada de su lecho, apenas un fino camisón cubre su cuerpo, como ofreciéndolo al secreto.
Cuando se asoma al balcón el alma le da un vuelco. Confundido con la arena, las algas y la roca, en la cala hay un beso varado.
Baja veloz y lo toma entre sus manos. Respira débilmente, está agotado. Ella mira a ambos lados pero no ve a nadie. Siente que se le va, que se le enfría ante sus ojos. Entonces lo acerca hasta sus labios. Que muera por otra razón menos por la de sentir fracasado su destino.
Mientras va desapareciendo, las lágrimas de Melilla se mezclan con el oleaje, como el amor mezcla la sal de los amantes.
Llora por el beso y por tantos otros que no pudieron resistir el temporal de la distancia. Sabe que es él quien se los manda. Entonces ella envía el suyo para seguir creyendo un día más en la suerte.


VI

Los antiguos cuentan que cuando suena en la noche la canción del imposible, Chafarina, la sirena, se mesa los cabellos en la Ensenada de los Galápagos.
Hay, incluso, quien afirma haberla visto rociar su cuerpo con la arena, frotarse las escamas con la brisa mientras susurra melodías legendarias a las conchas.
Esa noche, en su alcoba, Melilla sabe que ha vuelto. No recuerda la última visita. Tal vez unos años, quizá milenios, o puede que siempre. Qué molesto trazarse la vida con las líneas del tiempo. De lo que sí está segura es de su persona, de la riqueza de la amistad. Ése era el verdadero tesoro escondido por los piratas de la vida.
La oye. Está cantando, pero su voz no es peligrosa. Los hombres han tergiversado la magia de su leyenda. Llenan de mentiras todo aquello que son incapaces de poseer, porque los hace sentir inferiores.
El canto de la sirena no conduce a la muerte. En cambio el de los hombres...
Cuando llega a la Ensenada la mira y se sonríen. Melilla trae el ánfora de plata que le ha ido llenando con la luz de las mañana. Se acerca y la va derramando por la piel de Chafarina hasta agotar su contenido. Los brazos, la espalda, los pechos, la cola. Apenas un par de gotas para sus ojos. Es el único capricho de la sirena, un poco de luz que le caliente la humedad del alma.

domingo, octubre 16, 2005

Mayoría Absoluta

“Erradiquemos el hambre
para siempre del planeta”,
propuso entusiasmado el presidente.

Por mayoría absoluta
desapareció del diccionario la palabra.

Mitologías Melillenses

I

De un amor entre dos vientos nació Melilla. Humedades de levante. Empujes de poniente. Los genes de los cielos por sus venas. Del roce de los cuerpos, arena enamorada. Del beso y el sudor, el mar y su saliva de espuma.
Sólo fue un instante de unión. Cada uno prosiguió su camino con la promesa de una crianza compartida. Y así creció, vigilada por los vientos que a pesar de tantos años no pueden olvidar el uno la calidez del otro.
A veces se miran de reojo, con una mezcla de pudor y nostalgia. Pudor que produce el primer desnudo; nostalgia por la desnudez primera y única.
De un amor entre dos vientos nació Melilla, cuentan las viejas estrellas en las noches de abril. Como cualquier amor fue intenso. Como el verdadero amor, fue breve.
Allí quedó, custodiada por suspiros melancólicos y observada por los astros inmortales. Sólo ambos conocen sus orígenes y sólo ambos comprenden su presente y su futuro. La misma vida siglo a siglo; los mismos ojos cada tarde; la voz, casi inaudible, templada por el mar.
Paréntesis de tiempo, excepción de las horas. Olvido de los años.
La hija del amor imposible creció intuyendo desde siempre su destino. Amaría eternamente, le dijo un día la luna sentada sobre una roca en la playa.
La princesa de la brisa se atusaba sus cabellos de almendra con la puesta del sol, a la espera de que apareciese su amante. Una tarde llegó un rumor desde los mares y subió a la torre de su castillo. Miró al horizonte y lo vio. Los ojos del color de la aceituna, sus labios rojos como el vino. Él alargó su brazo pero no pudo tocarla. Ella acercó su boca pero sólo la llenó de vacío. Entonces supo que jamás podría alcanzarlo. Sintió frío, amor, deseo y ausencia. Mientras bajaba las escaleras, sus lágrimas se convirtieron en gaviotas que, todavía hoy, rasgan el cielo con un fado afónico.

II

Para hablar con el cielo, Melilla aprendió el abecedario de las palmeras. Sencillo diálogo, comunicación directa.
Sus ramas son una mezcla de aire y de tierra. Tierra agitada de alegría; aire tostado por la arena.
Sólo las aves son capaces de comprender sus conversaciones. También sus silencios.
Melilla alza sus manos de dátil para saludar al viento. Es el linaje de la infanta. Hija hecha mujer que a pesar del tiempo procura no olvidar de dónde vino. Entre sus dedos las leyendas que viajan de oriente hasta occidente, las canciones que quedaron como testimonios de civilizaciones perdidas, los besos que volaron como labios no correspondidos, los sueños que escaparon de la mediocridad de los hombres.
La palmera es la memoria, es bandera de raíces. Tesoro heredado, la fortuna de la estirpe. Riqueza del humilde, identidad del alma.
Para aliviar la soledad de la luna, tiene Melilla mil palmeras. Rozarle la mejilla, susurrar sus oídos de plata, decirle que no está sola, que vela desde esta tierra los temores y las ausencias. El temor de la ausencia. Juntas se sienten más fuertes y así creen, aunque sea durante cinco minutos, cinco lágrimas o cinco siglos, que podrán derrotar a sus destinos.
Para disfrutar del cortejo del mar frente a la orilla, Mellilla ve con ojos de palmera. Mira desde lejos, se distancia de las cosas para poder comprenderlas, aunque a veces esa misma distancia no sea más que una excusa para huir de la cercanía de su tristeza. Al menos desde las alturas puede observar completamente su fracaso. Y el saber, aunque no cura, tampoco engaña.

III

Cuando bebe demasiado mar, la luna de Melilla canta boleros. Los barcos se dejan llevar, pegaditos, en silencio, los ojos cerrados para que no se les escape tanto ahora.
Algunos traficantes de sueños cesan en sus quehaceres por respeto a la belleza. Escuchan las letras compuestas por los siglos y se sienten afortunados. También diminutos.
Son sólo momentos, como cualquier vida, en los que el tiempo se rebela contra sí mismo y toma aire. Entonces todos miran hacia la inexplicable excepción del cielo azabache.
Las estrellas tremulan de celos. Venus no será jamás tan sencilla como la luna. Venus siempre será complicada.
La melodía se pasea entre las calles, coquetea con el silencio.
El adicto a la tristeza se asoma a la ventana y solloza plenamente. Abre los brazos y respira la humedad de las canciones. También se deja llevar, como los barcos. Baila con la sombra sin pedir permiso. Le coge la cintura, la atrae, le cuenta que una vez fue muy feliz y que pudo superar esa desgracia...
Cuando bebe demasiado mar, la luna de Melilla canta boleros.

martes, octubre 04, 2005

METEOROLOGÍAS

Tan alta es la presión de nuestras bocas
que olvido las borrascas anteriores.
Tan alta la humedad de estos amores
que cala corazones como rocas.

Regiones de tu cuerpo no son pocas
aquéllas que me llueven sus favores.
Si es tiempo de bufanda o bañadores
depende del calor con el que tocas.

Las nieves se derriten al instante
y gota a gota caen desde tu pecho.
No existe temporal como “El amante”.

Hay fuerte marejada en nuestro estrecho,
mi aliento sopla intenso de levante.
Es lógico el vaivén de nuestro lecho.

viernes, septiembre 30, 2005

MUDANZA

MUDANZA

Por no hacer mudanza en su costumbre.
Garcilaso de la Vega

Limpié de viento los estantes viudos
y los sueños que cayeron de la cama por descuido.
Guardé tu beso en siete cajas;
en otra, cinco años de trabajo.
Por último, un trozo de vida
entre El amor en los tiempos del cólera.
Cuando cierre la puerta,
las llaves girarán los años,
escribirá la mirada lo que fuimos
y quedará en el contendor azul de la nostalgia
la perdida costumbre de tu boca.

Ser o no ser. Tener o no tener. A propósito de la inmigración en Ceuta y Melilla

SER O NO SER. TENER O NO TENER. HE AQUÍ LA CUESTIÓN



Ya lo dijo Sancho Panza, allá por el siglo XVII: “Dos linajes solos hay en el mundo, como decía una agüela mía, que son el tener y el no tener”. A lo largo de la historia de Occidente, las formaciones sociales sustentadas en castas, clases sociales o estamentos han ido diluyéndose progresivamente hasta conformar unas estructuras sostenidas única y exclusivamente en un mercado capitalista. Desde entonces y hasta hoy, los caminos para llegar a nuestro presente han sido distintos, variados, contradictorios y monstruosos, tal vez sea éste el mejor calificativo para un proceso tan devastador. Da igual si de un lado o de otro. A estas alturas de la Historia, tanto la izquierda más aberrante como la derecha más fanática tienen suficientes motivos para avergonzarse. El ser o no ser del gran Shakespeare es hoy un tener o no tener, porque quien no tiene no es nada.
Es tanto el tiempo que llevamos viviendo en un sistema tal que una afirmación como la anterior puede parecer una verdad de Perogrullo, algo tan evidente como que el sol calienta nuestros días o que el cielo, en un día despejado, es azul. El tener se separa del no tener en algo tan mínimo como un adverbio de negación; en algo tan azaroso como nacer aquí o unas millas más al sur; tan condenadamente simple como una verja fronteriza que separa un país de otro.
El drama que se vive en las ciudades de Melilla y Ceuta no ha surgido ahora. Tiene muchos siglos de representación a sus espaldas y tiene, sobre todo, muchos cómplices y culpables que han hecho oídos sordos al clamor de millones de personas, de infinidad de bocas secas y estómagos podridos por el hambre.
Desde que tenemos uso de razón, hemos aprendido que casi todo en la vida responde a la relación ‘causa – efecto’. Es decir, cualquier hecho tiene que remitir necesariamente a un comportamiento o actuación determinados. Que estemos asistiendo a sucesivas avalanchas de personas no puede ser más que el resultado de alguna circunstancia determinada, de algún fenómeno que motiva la huída de estos seres humanos desde sus países de origen hasta nuestras fronteras.
Los medios de comunicación hablan de cumbres, de acuerdos, de alianzas entre civilizaciones. Los zapateros, bonos y rajóis se pelean ante las cámaras en defensa de una supuesta política de inmigración mejor que la actual o llaman al ejército mientras los operarios levantan tres metros más la altura de la valla (es igual, cavarán túneles para cruzarla. El instinto de supervivencia determina las acciones del hombre). Papeles, permisos… Pocos hablan de que sea el hambre lo que esté provocando el movimiento de masas humanas por gran parte del mundo o que lo sea la situación de violencia y extorsión que sufren en sus países natales.
Las causas de la inmigración, a estas alturas del problema, están claras. Nadie arriesga el pellejo en una patera o saltando una doble verja de seis metros con los antidisturbios al lado si no es para salvar la propia vida.
¿Qué sistema es éste que en vez de mirarle la cara al problema intenta arreglarlo subiendo una verja o enviando al ejército? ¿Por qué nadie toma posiciones en la lucha contra el hambre, en defensa de los derechos humanos y la dignidad del hombre?
Las medidas actuales para frenar la inmigración no son más que remiendos de un vestido viejo que se está cayendo a pedazos. Dos terceras partes del planeta se muere de hambre, millones de personas se han convertido en alimento de moscas, mientras nuestros gatos cada día comen mejor.
No importa. El poder económico, que es el que domina y gobierna cualquier estado y hace que no haya prácticamente diferencias entre un partido y otro, es imparable. A un cuerpo famélico en cualquier reportaje de unos informativos le sigue un desfile de Armani. Con nombre propio, sí señor, porque da dinero. El problema de la inmigración no tendrá fin hasta que frenemos o cuestionemos, aunque sea, nuestro propio sistema de vida. Hasta dónde nos domina el capital que hace que una reflexión como ésta pueda ser tenida por utópica o imposible.
Nuestra concepción material del universo, la cosificación de nuestro entorno, está atentando directamente contra la única verdad que existe y que es la misma vida. De ahí la inutilidad de la mayoría de los discursos políticos, enredados en márgenes de beneficios, en subidas y bajadas de I.P.C., en mayores o menores impuestos. El ser humano hoy sólo interesa en tanto en cuanto produzca o deje de producir. Cuestionar lo establecido parece, en nuestro presente, una herejía. Para muestras sólo hace falta ver un sistema educativo que ha ido enterrando progresivamente en el foso del olvido la mayoría de las disciplinas humanísticas en pos de las técnicas.
¿No hay ninguna voz que se alce en defensa del hombre, de su condición humana? La gente muere de hambre y nadie se manifiesta, o sólo unos pocos. Con qué entusiasmo pusimos algunas esperanzas en la cumbre del G8 y cómo se nos fueron al traste en cuestión de días… Dar a los demás es perder algo de lo que se tiene.
Los últimos inmigrantes han declarado en un campamento de Melilla que Dios los ha ayudado a llegar y a salvarse. Qué lástima que la mayoría de sus representantes de peso en la Tierra estén más preocupados en debates medievalistas y en la defensa de algunas familias que, según lo visto, nada tienen que ver con las de estas personas.
Tener o no tener. Eso es todo. Esa es la causa. No tener un jodido pedazo de pan que echarse a la boca.

Bienvenidos